Dice la escena mucho de Jannik Sinner, un prometedor tenista que día tras día está más cerca del lugar que teóricamente le ha reservado el tenis para la próxima década; esto es, el privilegio. En un determinado instante del duelo contra el griego Stefanos Tsitsipas, el italiano (doble 6-4, en 1h 25m) coge el paño del asistente y limpia las gotas de sudor que ponen en peligro sus maniobras desde la línea de fondo, en vez de esperar cómodamente a que lo haga el voluntario. Así que se pone de cuclillas, agacha el lomo, identifica los puntos de riesgo y gatea para borrar uno a uno todos los rastros. Hoy por hoy es el cuarto mejor jugador del mundo, pero no le falta humildad y le sobra madurez. Tiene 22 años, pero parecen 30; dentro y fuera de la pista. Sabe que esta ahí, cerquita de la gran recompensa. Y reafirma la fe. La cuenta atrás sigue descontando segundos: hará cima Sinner pronto, nadie duda.
“Lo tiene todo para ser un número uno”, comentaba su entrenador cuando la actual temporada empezaba a coger temperatura, allá por marzo. Y algo sabe de esto Darren Cahill, un técnico que ha acompañado a figuras como Andre Agassi o el australiano Lleyton Hewitt. Hace año y medio, él y Sinner mantuvieron una charla y llegaron a un acuerdo; después, Cahill le puso un vídeo de Agassi e hizo hincapié en el prodigioso revés del norteamericano que decantaba los partidos: “Andre revolucionó el juego por cómo golpeaba a la pelota”. Y en esas está el italiano, el más atractivo de los proyectos emergentes junto con el de Alcaraz; ahora bien, el español ya ha dado el gran salto y se codea con el mismísimo Novak Djokovic, mientras que a él se le resisten los grandes escenarios y ha encontrado su límite en las semifinales que alcanzó en julio en Wimbledon.
“Este ha sido un año para entenderme mejor en determinadas situaciones”, valora. “Físicamente he mejorado, soy más fuerte”, esgrime sabiendo que ahí, en ese cuerpo larguirucho que tiende a flaquear en las distancias largas, está seguramente la asignatura pendiente. Tiene la calidad, tiene la mente y también la personalidad; sin embargo, su propuesta demanda el plus muscular que está en camino. Le sucedió a finales de agosto en Nueva York, cuando se acalambró frente a Alexander Zverev en una refriega que se dilató más de cuatro horas y media; un año atrás también se inclinó contra Alcaraz en el mismo territorio, superadas las cinco horas; y un par de meses antes, sobre la hierba de Londres, no logró sentenciar a Djokovic pese contar con dos sets de ventaja; a las tres horas y media levantó la bandera blanca.
Según reflejan los datos, Sinner ha caído en siete de los 12 encuentros que ha disputado a cinco sets hasta ahora. Pendiente de reforzar su carrocería (1,88 de estatura y musculatura fina) y adaptarla a las situaciones límite, propone en cambio un rendimiento más que notable en los enfrentamientos contra rivales pertenecientes al top-20; en concreto, el italiano ha ganado 10 de los 12 últimos que ha jugado. Derribó a Alcaraz en Pekín y rindió a Daniil Medvedev tanto en China como en la final de Viena, y su tenis desprende la sensación de que cada vez está más cerca de consolidar el ascenso de nivel. Domina al español (4-3) y este curso ha elevado cuatro títulos, además de ser ya el italiano que más victorias ha firmado (58) en un mismo año, por delante de Corrado Barazzutti (54).
Lectura en vez de móvil
“Es muy positivo para el tenis que lo jóvenes avancemos”, dice ante los periodistas, convertido en el tenista más efectivo este año bajo techo, con 14 triunfos y una sola derrota. “Significa que la gente no solo se preocupa por mí, sino por el tenis en general”, se refiere a la fantástica atmósfera generada en esta Copa de Maestros, con todos los billetes vendidos el primer día y 13.000 espectadores arropándole. “Antes, en Italia solo había un deporte [el fútbol], pero ahora el tenis está creciendo y es fantástico formar parte de ello. Hoy, la sensación era parecida a la de estar en un estadio de fútbol”, agrega en la sala de conferencias, donde se desenvuelve a la perfección en inglés, italiano y alemán.
La gloria espera a Sinner, y él sigue y sigue. Rema y rema. Con 10 títulos en el expediente (nueve sobre dura), crece y se diferencia respecto a otros talentos de su generación: en vez de enredarse con el móvil, prefiere los juegos de mesa y la lectura, si no los karts. Campeón en Montpellier, Montreal (su primer Masters 1000), Pekín y Viena, compite ahora como el cuarto representante de su país en la cita maestra tras Adriano Panatta (1975), Barazzutti (1978) y Matteo Berrettini (2019 y 2021), al que suplió hace dos años de urgencia por una lesión. “No fue fácil”, se sincera. Entonces venció a Hubert Hurkacz y cayó luego contra Medvedev, de modo que no progresó hacia las semifinales. Esta vez ha logrado el acceso directo al torneo y, dada la dinámica, la grada de Turín tiene motivos para ilusionarse. Viene con fuerza Sinner, poco a poco pero con paso firme.
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